El frío le golpeaba el rostro, como un látigo de hielo que arañara la piel. Era duro, áspero, despiadado en su tortura. El cielo, oscuro, sin un atisbo de luz que indicara que el sol, que la luz, que la esperanza, aun estaba ahí. Ni un solo sonido que hiciera recordar que aun estaba en el mundo, que aun tenía vida. Ni un ruido que le hiciera salir del ensimismamiento en que estaba sumergida. Caminaba inconscientemente, por la empinada pendiente, por la tierra resbalosa que indicaba que había llovido recientemente. Inmersa en sus pensamientos, no se percataba de que la oscuridad se cerraba cada vez más a su alrededor, que la noche se cernía cada vez mas sobre el lugar en que se encontraba.
Al llegar a la cumbre, observó el mar, calmado, sin movimiento alguno. Noche sin luna, sin viento, sin ruidos, sin nada…
Se inclino sobre la meseta y observó una roca que ahí se encontraba. El paso el dedo por encima, y pudo distinguir algunos trazos en ella grabados. Trazos que contenían memoria. Trazos que inmortalizaban sentimientos pasados. Trazos que le hacían recordar lo que había sido, lo que habían sido. Se inclino hasta que su cara toco la dura superficie. Estaba fría, como todo a su alrededor. Fría, helada, como un cuerpo inerte, o un cuerpo sin alma ni sentimiento alguno.
“Quizás estoy así de fría ahora”- pensó.- “Quizás esta inmensa soledad ha extraído todos y cada uno de mis antiguos sentimientos, dejándome vacía”
Con la poca luz que aun quedaba en el ambiente, leyó las palabras en la piedra escritas, incorporándose un poco.
“Aunque la lluvia golpee el rostro
Aunque la noche no quiera acabar
Aunque la soledad te quiera dominar
Nunca estarás sola
Yo estaré a tu lado, mi amiga.
Estaremos juntas por siempre
Todas, como una sola.
Te llevo en mi alma,
Llevo tu sonrisa grabada en fuego,
Y te amo más que a mi,
Amiga, amigas mías.”
Este trozo provocó en la mujer una serie de sentimientos que creía perdidos a causa del tiempo y la edad. Sintió como nuevamente el calor la embriagaba por dentro, al recordar un círculo en la cima de un monte, y a 8 chicas en torno a el reunidas. Los recuerdos era nítidos, a pesar de que los años habían volado sobre ellos, dejándolos sucios y escondidos en algún lugar del alma. Pudo verse a si misma, rodeada de varios brazos, de varios cuerpos, que le entregaban calor. Pudo verse a si misma riendo, como hacia tiempo que no lo hacía. Pudo verse a si misma saltando, corriendo, charlando con sus amigas, con sus hermanas, con las partes perdidas de su alma.
“-Vamos, un abrazo- decía una
Y, al escuchar esto, todas se reunían en un mismo cuerpo, entregándose el cariño reservado solo para ellas, entregándose la amistad por siempre.
EL grupo, en la cima de la colina, charlaba sentado sobre la hierba o sobre la roca, mirando una puesta de sol especialmente linda.
-Quiero estar con ustedes siempre- decía otra, con los ojos brillantes- No quiero que esto acabe. No quiero irme.
Todas la miraron, y una sombra cruzo sus juveniles rostros.
-Tranquila, que esto no es un adiós, mi niña.- le dijo ella, acariciándole el cabello- Esto es solo un “hasta pronto” Nos veremos siempre, es una promesa
Todas asintieron en silencio. El momento de la separación era inminente, y cada una podía sentir la pena de la otra pesando sobre sus hombros. La hora había llegado, y cada una tomaría rumbos distintos en su vida, con la promesa de seguir viéndose y queriéndose como en un principio.
-¿Grabemos nuestro amor?- preguntó una, que casi no había hablado en la reunión- Grabemos nuestra promesa en esta piedra. Porque esta piedra es fuerte, dura, y nada podrá romperla. Al igual que nuestro amor mutuo, nada podrá romperlo jamás.
Todas estuvieron de acuerdo, y tomando una llave, grabaron las palabras de amor, el juramento de amistad por siempre, inmortalizando sus vidas para siempre.
-Las quiero, mis niñas- dijo una- Nunca estarán solas
-No, nunca estaremos solas, siempre nos acompañaremos.- dijo otra, incorporándose- Démonos un abrazo, por que llega la hora de partir.
Y, con lágrimas en los ojos, y nostalgia en el corazón, se abrazaron por ves ultima, sellando en sus almas la promesa. Sintiendo el calor de sus cuerpos por ultima vez, y sin saberlo, se dijeron adiós.”
-¿Por qué os habéis ido?- murmuró la mujer, mojando la piedra con sus lágrimas. Lagrimas que creía perdidas hacia mas de 70 años. Lagrimas que nunca antes habían sido sinceras. Lagrimas que no derramaba desde que tenía 18 años, en la cima de una colina, desde donde veía el mar, con sus amigas de toda la vida.
-¿Por qué os habéis ido?- preguntó nuevamente, recostándose en la roca.-¿ Por qué os habéis ido, dejándome sola? ¿No habéis pensado que, quizás, os extrañaba?
Lloró amargamente sobre la roca pulida, sobre la inscripción de años y años.
-Las necesito, ¿sabéis?- murmuró, serrando los ojos- Todo en mi vida se ha ido, estoy sola. Y ustedes me han dejado sola, hermanas mías. Las necesito.
Y la mujer lloraba, sacando fuera la pena guardada durante años, la frustración de las cosas que no había cumplido, de las metas fallidas; sacando fuera la soledad que había sentido en la separación de sus trozos de alma.
-¿Por qué os fuisteis?- preguntó a la noche, levantando su vista. Entonces, se percató de que las estrellas habían salido ya.- ¿Por qué me habéis dejado sola?
Contemplo las estrellas, llorando de amargura, hasta que no pudo mas y exclamó.
-¡Las necesito! ¡Siempre las he necesitado!
Y, llorando, se quedo dormida, observando las estrellas.
-Nunca has estado sola- murmuró una voz a sus espaldas, mirando a otras 7 que observaban el cuerpo de la anciana- Nunca te hemos dejado, querida.
Pero la mujer no escuchaba, estaba sumida en el sueño de la soledad, aquel sueño de que nadie quiere salir, pero, sin embargo, nos hace sufrir.
-Hemos esperado años para que dijeras eso- murmuró otra, mirándola con ternura.
-Nunca estuviste, nunca has estado, nunca estarás sola, amor- dijo una, mientras las lagrimas caían por sus mejillas- Siempre estaremos contigo, aunque no lo parezca. Nos fuimos antes, pero no por eso te hemos dejado.
-Te amamos con toda nuestra alma, niña- murmuraron todas, y, acercándose a la piedra, se arrodillaron a su lado, llorando por ella.
Y las estrellas iluminaban la escena, el amor que perdura mas allá de todo obstáculo, la fidelidad de un “te quiero”, la promesa que implica una amistad.
Y la mujer, rodeada de sus hermanas, rodeada de las niñas que habían cautivado su corazón, rodeada de aquellas a quienes amaba más que a la vida misma, continuó dormida, llorando en su mente, sin saber que ellas estaban ahí, acompañándola siempre, cuidándola siempre, amándola siempre.
2 comentarios:
Hola!! me di una vuelta por tu blog y sigo pensando que siempre es un placer leerte.
¿Acaso sos profesional?? Cada vez que leo algo tuyo quedo medio "hipnotizado" jah...
Adeu! bye bye!!
http://unpocosonado.blogspot.com/
uh!
gracias por leer estas humildes historias.
Son solo espamos de mi mente!
Pasare!
bye
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