Perdido en los sueños.
Junto al árbol lila te espero, como cada noche. La brisa es cálida en mi rostro, y el mar se mece suavemente, en silencio. Miro el cielo ya oscuro, y contemplo las estrellas que comienzan a aparecer tímidamente. El susurro del viento entre los árboles me trae recuerdos hermosos de años pasados. Suspiro. ¿Dónde estás? Te has demorado hoy. Quiero verte acá, poder abrazarte otra vez.
El tiempo corre, ¿dónde estás? La luna se iza en el firmamento, iluminando con palidez el océano bajo ella. Tengo frío. ¿Por qué no llegas? Quiero verte…
Me pongo a caminar por la orilla, observando atentamente la arena que se hunde bajo mis pies. El sonido de las olas me relaja, y levanto mi cabeza de la tierra para mirar hacia delante. Habrá pasado al menos media hora desde que comencé a caminar, y estoy cansado. Me siento en una roca a contemplar el mar mientras te espero. Ojala que se te ocurra caminar hacia el sur desde el árbol lila, porque allí no me encontrarás.
Contemplo el oscuro mar delante de mi, y me pregunto por qué no estás. La brisa me acaricia con suavidad, alborotando mi cabello claro. Te extraño, no sabes cuánto.
Meto la mano a mi bolsillo y saco un papel arrugado de él. No quiero leerlo, me da miedo. Y, en fin, no sirve de nada. Se que vendrás, me lo prometiste, ¿lo recuerdas?
La noche avanza, y yo tengo miedo y frío, pero no quiero alejarme de ahí. ¿Y si llegas? No me arriesgaría a perderme un encuentro contigo. Me abrazo, intentando darme calor. Pienso en comer alguno de los panes que te tenía preparado, o beber un poco del café que tanto te gusta. Pero no, mejor te espero y así podremos conversar mirando el mar y comiendo juntos. ¡Qué felicidad siento cuando estás aquí! Y, sin embargo, ahora no llegas, y yo sólo quiero abrazarte. Qué pasa, qué pasa, le murmuro a la noche. Por qué no apareces ya…
Vuelo a caminar hacia el árbol lila, no vaya a ser que llegues allí. Me acurruco entre sus raíces y me cubro con mi chaqueta. Sin quererlo, me quedo dormido. Estoy tan cansado. Las pesadillas me invaden nuevamente. Me dicen que no vendrás, que nunca más vendrás. Pero yo se que son sólo sueños, porque tu nunca me dejarías, me lo prometiste hace años. Me despierto sobresaltado, y me incorporo en la tierra. Está aclarando ya, y tú no has llegado. ¿Por qué no llegas? Tú sabes que no importa que te retraces, yo te espero igual. Lo triste es que el café se habrá enfriado ya, y no te gustará.
Me pongo de pie y me acerco al mar. Está todo tan calmo, tan tranquilo, tan dormido. La noche comienza a levantarse, lo puedo notar en la fina línea de luz que se escabulle entre los cerros. Se que llegarás, lo se.
El silencio me rodea, y comienzo a sentirme solo. ¿Por qué no has venido? ¿Por qué me has dejado aquí, en la noche, temeroso y entristecido? Te he esperado mucho tiempo, sólo quiero verte de nuevo, y abrazarte fuerte entre mis brazos…
Lágrimas caen por mis mejillas al pensar en tu rostro armónico. ¿Por qué no vienes ya? Estoy aquí, aun estoy aquí, para cuando me necesites. ¿Es mucho pedir un abrazo? Una vez, hace años ya, me dijiste que me querías mucho, y que nunca me dejarías solo. ¿Y ahora? No lo entiendo, de verdad…
De vuelta al árbol lila, de vuelta a mi soledad.
Me acurruco, tengo frío y miedo. Siento la soledad más latente que nunca, y me aterra. ¿Por qué no viniste? Te extraño.
Dormito otra vez. Alguien me remece. ¡Debes ser tú! Emocionado, con el corazón acelerado, intento abrir mis ojos y enfocar algo, pero todo está oscuro. ¿Dónde estás? No te puedo ver…
Me incorporo en mi cama, y enciendo la lámpara. Sólo quiero verte…
Tomo la foto en mi velador, y la contemplo largamente…
-¿Por qué te fuiste, hijo? Me has dejado esperando aquí, bajo el árbol lila…
Me tiendo en la cama nuevamente, y abrazo tu fotografía en mi pecho. Lloro. Hace tres años que no te veo, y aún te espero bajo el árbol lila, deseando que tu recuerdo aparezca por acá, sólo a despedirse, sólo a decirme “te quiero” una vez más…