Fuego Liquido

Fuego Liquido
Muchas veces creemos que el agua es fría y gélida, por lo que es mala. Otras tantas pensamos que el fuego es candente y peligroso, y es malo. Pero, los dos dan vida, entonces, ¿fuego o agua?

++Frase Aleatoria++

No importa lo que haga, cada persona en la Tierra está siempre representando el papel principal de la Historia del mundo. Y normalmente no lo sabe

enero 23, 2008

++A través del camino++

A través del camino.

La pequeña calle que se habría frente a mis ojos estaba surcada por frondosos árboles a los lados. Todas las copas arbóreas relucían vanidosas, ya que estaban cargadas de suaves colores en forma de flor. Vacía como siempre, la calle dormía, sumada en un familiar silencio.
“Tal y como te recuerdo”- pensó, tomando en amabas manos las rudas y frías maletas que reposaban en el cemento.
Al fondo de la calle, ocupando el sitio de lado a lado, había dos casas, bastante parecidas. La de la derecha estaba pintada de un suave color verde. Tenía balcón en el segundo piso. La de la izquierda, en cambio, figuraba con un tono azul. Era humilde, y en algunos lados la pintura se descascaraba a causa del tiempo. La luz del inminente atardecer iluminaba con su brillo rosada los pasos del que por la calle andaba. Cada paso era un pensamiento distinto. Cada paso era una nueva sensación dentro de su corazón y su alma.
Paso derecho.
“-Aun no entiendo por qué te vas”- la voz en su memoria sonaba con reproche. Volvió a sentir aquella opresión en el pecho al recordar aquella conversación.
Paso izquierdo.
“-Ya te dije”- había respondido- “Es una oferta muy buena, no puedo rechazarla”
Paso derecho.
“-Pero si el trabajo que tienes acá es bueno”- había replicado la otra parte- “Buen lugar, buena paga…”
Paso izquierdo.
“-No se trata sólo de eso, Emilia”- recordó cómo su voz había reprochado a la mujer. Se avergonzó y miró hacia el suelo, sonrojándose tenuemente.
Paso derecho.
“-Pues no lo entiendo”- repuso ella, volteándose para esconder su rostro.
Posó la mirada en su zapato. Estaba sucio, empolvado.
Paso izquierdo.
“-Será sólo por un tiempo”- le había tocado el hombro a la mujer, en actitud conciliadora.
Reprimió el impulso de agacharse a limpiar su calzado. Estaba tan cerca, tan cerca ya…
Paso derecho.
“-¿Para ti 6 meses es poco?- él no había contestado. La mujer lo miraba con los ojos empañados.
Subió los ojos hacia el cielo, que comenzaba a apagarse poco a poco.
Paso izquierdo.
“-Está bien”- había agregado Emilia luego- “VE y haz tu trabajo. Hazlo bien y rápido, porque los niños y yo te estaremos esperando.”
Divisó una estrella solitaria, ajena a la luz del sol que aún iluminaba la cúpula azul. Tan solitaria, tan erguida, tan indiferente…
Paso derecho.
“-Te amo”- había murmurado ella a su oído, cuando lo dejaba en el aeropuerto- “Te amo”- su boca le había besado suavemente, y Benjamín sintió que sus ojos se empañaban al recordar aquel contacto, sucedido hacía ya tanto tiempo.
Paso izquierdo.
“Había subido al avión con un nudo doloroso en su garganta. Al ubicarse y mirar por la ventana divisó la figura de su familia allí, de pie, sonriéndole.”
Reparó en que el aire estaba frío. Y un pájaro cantaba en las alturas.
Paso derecho.
“-Andrés”- le había dicho a su hijo el día de la partida- “Cuida de mamá y tus hermanas”
Paso izquierdo.
“El chico de sólo 10 años había asentido reprimiendo el llanto. Le había sonreído a su padre.”
Pudo apreciar cuánto extrañaba el suave canto de los pájaros. De aquellos pájaros.
Paso derecho.
“-Daniela, cariño”- era el turno de la más pequeña, la niña de 4 años- “Hazle caso a mami y a Andrés, ¿si?”
Extrañaba también los árboles.
Paso izquierdo.
“-Cuando vuelvas- la voz de su hija le había hecho sonreír- “Cuando vuelvas, ¿jugaremos con el columpio?”
Extrañaba aquel silencio, que lo calmaba y le daba paz a su corazón.
Paso derecho.
“-Claro, mi pequeña- había dicho él, abrazándolo”
Extrañaba el cielo despejado, libre de suciedad.
Paso izquierdo.
“-Javiera”- se acercó a la niña de 8 años, situada al lado de su madre- “Ayuda a mamá con la comida, y alimenta el gato, ¿si?”
Extrañaba la silueta del gato Perla, recortado contra los árboles, esperándolo tras un largo día de trabajo.
Paso derecho.
“-Si, papi”- había dicho la niña, bajando la mirada. Él la había abrazado fuerte, conteniendo la tristeza.
Extrañaba su hogar.
Levantó por fin la mirada y, frente a él, estaba su casa.
Paso izquierdo.
“-Vuelve”- le había murmurado Emilia, con voz anegada, al despedirse.
Avanzó el resto del camino por entre el jardín delantero, intentando no llorar de alegría.
Seis meses. Seis largos y duros meses sin ver a sus hijos ni a su esposa. Seis meses lejos, casi sin escuchar la voz de sus seres amados. Seis meses sólo y sin poder abrazar a sus hijos. Seis meses que ahora, al abrir la puerta con su antigua llave, se sentían muy, muy lejos.
-Benjamín- murmuró una voz anegada por el llanto. El hombre enfocó su mirada y vio ahí, frente a él, a la otra parte de su alma, su familia.
-Estoy en casa.
La vista se le nubló cuando 4 ángeles se abalanzaron sobre él.

enero 20, 2008

++Tu opción++

Tu opción

Tomó la jeringa y se la inyectó en el antebrazo. De inmediato, sintió cómo su cuerpo respondía al estímulo, y se dejó llevar por la ya conocida sensación de libertada absoluta. Sonrió y se recostó cuan largo era en el atrofiado sofá. El gato se le subió al pecho con un estridente maullido, pero el joven lo sacó de ahí con un solo manotazo. El gato lo miró desde el suelo, con los ojos entornados.
-Creo que ya está bueno de eso…- replicó una joven, que estaba sentada en el suelo, mirándolo con reproche- Te estás inyectando muy seguido.
-Vamos…- murmuró el chico, sentándose- No seas así.
Estiró una de sus esqueléticas manos hacia ella, y le acarició la mejilla. La joven no pudo evitar sonreírle y respondió a la caricia, acercándose a él.
-Sólo lo digo porque me preocupo por ti- le susurró al oído. EL chico la invitó a sentarse a su lado con un gesto de su mano, y le contestó.
-Lo se, amor.
Acto seguido, la besó. Primero con ternura, luego, con pasión desmesurada. La chica se dejó acariciar y besar por su novio, entregándose al dulce y embriagador aroma de la lujuria. Por un lado, le molestaba que su novio fuera tan adicto. No tenía mayor problema con las drogas, ya que ella misma se inyectaba a veces. Pero, el chico se estaba acostumbrando, y ya nunca estaba cuerdo cuando se juntaba con la joven.
Pero, a pesar de todo, ello le amaba, mucho, más de lo que habría podido explicar. Ya que, si no sintiera algo tan fuerte, no habría aguantado todas aquellas noches bajo la influencia de los alucinógenos.
Lentamente, se separó de él. No se sentía cómoda entregándose de esa forma, con su novio actuando gracias a la droga, sin su comportamiento sano. Además, ella se había enamorado de un chico sano que, poco a poco, había ido entrando en las drogas.
-¿Qué sucede?- preguntó él, desconcertado, al sentir la lejanía de su compañera.
La chica guardó silencio, y se limitó a bajar la mirada hacia el piso, donde el gato se había hecho un ovillo.
-¿Qué pasa, amor?- volvió a preguntar él, preocupado. Pasó su brazo rodeando la cintura de ella y la atrajo hacia sí- ¿Por qué tan fría?
-No, si no es eso- respondió ella, soltándose del abrazo.
-Entonces, ¿qué sucede?- él se enderezó y la miró. La chica notó que tenía las pupilas dilatadas.
-Ya sabes que no me gusta estar contigo cuando estás bajo el efecto de eso- respondió, poniendo énfasis en la última palabra. Su timbre de voz dejaba entrever un cierto reproche.
-Otra vez con lo mismo…- murmuró él por lo bajo, ofuscado- Ya te he dicho que no tiene nada que ver una cosa con la otra. Yo te amo, y tú lo sabes…
Le tomó el mentón y giró su cara hacia él. Suavemente, la besó, con infinita ternura. Ella reprimió un suspiro, y lo abrazó con fuerza.
-No puedo dejar de pensar que cada vez te haces más y más adicto a esta basura, y a esta situación- ella guardó un momento de silencio y luego agregó- Que cada vez te vas alejando un poco más de la realidad…
-¿Por qué dices eso?- lo cortó él, soltándola y mirándola con expresión ceñuda- Ésta es mi realidad, mi vida, y nadie puede elegir por mí, ni siquiera tú.
Ella notó la rudeza de sus palabras, y lamentó haber roto el hechizo en el que estaban envueltos.
-Si lo se, amor- concilió ella, cansada- Pero algún día debes salir de esto. Debemos- rectificó luego, cabizbaja.
-¿Por qué? ¿Quién te dice que no podemos vivir así para siempre?
-Nadie, pero no podemos- ella estaba algo dolida- Claro que no podemos. Por un tiempo está bien, pero luego debemos salir. Además, esto te irá matando, este camino siempre llega directo a un barranco, y yo no…
-Pues no- la cortó él, poniéndose de pie- A mi no, porque yo se lo que hago, se lo que decido, se cuál es mi opción, y tengo claro qué me gusta y que no- aguardó un instante y luego, mirándola con rencor, le espetó- Mi opción es esta, la libertad. ¿Cuál es la tuya? ¿Qué es lo que elijes? Ser una chica más, correcta, santita, tonta… ¿eh?
Ella le miró con tristeza. Sabía que terminarían discutiendo, pero, por más que ella se rindiera ahora, él seguiría reprochándole.
-Mi opción…- murmuró- Mi opción… Mi opción es con mi vida, pero…
-¡Ah!- exclamó él, sonriendo con ironía- Es decir, que la niñita tiene miedo, por eso elige el camino aburrido y sin gracia, antes que el camino de aventura y libertad- escupió en el suelo, y luego se le acercó.- Yo creí que eras distinta, que podríamos compartir algo muy bueno. Pero no, porque mi camino es muy arriesgado para ti.
La miró un momento y luego le tomó el mentón con rudeza.
-¿Ya no disfrutas conmigo?- le preguntó, acercándose a ella- ¿Y no te gusta que haga esto?
Y bajó su boca hacia el cuello de ella, y la besó varias veces.
-¿Acaso no te agrada esto?- le susurró al oído- ¿Ya no sientes ese “hormigueo”?
Ella había cerrado los ojos, sintiendo cómo un escalofrío recorría su espalda.
-¿Y?- inquirió él, volviendo a mirarla a los ojos.
-Tu sabes que me gustas, pero…
-Pero, ¿qué?- el joven estaba comenzando a exasperarse.
-Pero no es lo que quiero… Con eso no gano… Con eso pierdo mi camino de vida.- soltó ella, sin controlarse más.
Él la miró con profundo disgusto y luego, sorpresivamente, la abofeteó.
-Perra- murmuró, y, dándose la vuelta, salió de la casa dando un portazo.
Ella se quedó de pié con la mejilla colorada por el golpe, y los ojos empañados. Sin aguantar más, gritó. Tomó la jeringa que había sobre la pequeña mesita de centro, la preparó y se inyectó con dolor y angustia. Se desplomó en el sillón y comenzó a llorar.
“Quiero salir de esto”- murmuró en su mente.
Abajo, un gato la miraba indiferente.

enero 09, 2008

++En la cima de la colina, una promesa++

En la cima de la colina, una promesa

El frío le golpeaba el rostro, como un látigo de hielo que arañara la piel. Era duro, áspero, despiadado en su tortura. El cielo, oscuro, sin un atisbo de luz que indicara que el sol, que la luz, que la esperanza, aun estaba ahí. Ni un solo sonido que hiciera recordar que aun estaba en el mundo, que aun tenía vida. Ni un ruido que le hiciera salir del ensimismamiento en que estaba sumergida. Caminaba inconscientemente, por la empinada pendiente, por la tierra resbalosa que indicaba que había llovido recientemente. Inmersa en sus pensamientos, no se percataba de que la oscuridad se cerraba cada vez más a su alrededor, que la noche se cernía cada vez mas sobre el lugar en que se encontraba.

Al llegar a la cumbre, observó el mar, calmado, sin movimiento alguno. Noche sin luna, sin viento, sin ruidos, sin nada…

Se inclino sobre la meseta y observó una roca que ahí se encontraba. El paso el dedo por encima, y pudo distinguir algunos trazos en ella grabados. Trazos que contenían memoria. Trazos que inmortalizaban sentimientos pasados. Trazos que le hacían recordar lo que había sido, lo que habían sido. Se inclino hasta que su cara toco la dura superficie. Estaba fría, como todo a su alrededor. Fría, helada, como un cuerpo inerte, o un cuerpo sin alma ni sentimiento alguno.

“Quizás estoy así de fría ahora”- pensó.- “Quizás esta inmensa soledad ha extraído todos y cada uno de mis antiguos sentimientos, dejándome vacía”

Con la poca luz que aun quedaba en el ambiente, leyó las palabras en la piedra escritas, incorporándose un poco.

“Aunque la lluvia golpee el rostro
Aunque la noche no quiera acabar
Aunque la soledad te quiera dominar
Nunca estarás sola
Yo estaré a tu lado, mi amiga.
Estaremos juntas por siempre
Todas, como una sola.
Te llevo en mi alma,
Llevo tu sonrisa grabada en fuego,
Y te amo más que a mi,
Amiga, amigas mías.”

Este trozo provocó en la mujer una serie de sentimientos que creía perdidos a causa del tiempo y la edad. Sintió como nuevamente el calor la embriagaba por dentro, al recordar un círculo en la cima de un monte, y a 8 chicas en torno a el reunidas. Los recuerdos era nítidos, a pesar de que los años habían volado sobre ellos, dejándolos sucios y escondidos en algún lugar del alma. Pudo verse a si misma, rodeada de varios brazos, de varios cuerpos, que le entregaban calor. Pudo verse a si misma riendo, como hacia tiempo que no lo hacía. Pudo verse a si misma saltando, corriendo, charlando con sus amigas, con sus hermanas, con las partes perdidas de su alma.

“-Vamos, un abrazo- decía una
Y, al escuchar esto, todas se reunían en un mismo cuerpo, entregándose el cariño reservado solo para ellas, entregándose la amistad por siempre.
EL grupo, en la cima de la colina, charlaba sentado sobre la hierba o sobre la roca, mirando una puesta de sol especialmente linda.
-Quiero estar con ustedes siempre- decía otra, con los ojos brillantes- No quiero que esto acabe. No quiero irme.
Todas la miraron, y una sombra cruzo sus juveniles rostros.
-Tranquila, que esto no es un adiós, mi niña.- le dijo ella, acariciándole el cabello- Esto es solo un “hasta pronto” Nos veremos siempre, es una promesa
Todas asintieron en silencio. El momento de la separación era inminente, y cada una podía sentir la pena de la otra pesando sobre sus hombros. La hora había llegado, y cada una tomaría rumbos distintos en su vida, con la promesa de seguir viéndose y queriéndose como en un principio.
-¿Grabemos nuestro amor?- preguntó una, que casi no había hablado en la reunión- Grabemos nuestra promesa en esta piedra. Porque esta piedra es fuerte, dura, y nada podrá romperla. Al igual que nuestro amor mutuo, nada podrá romperlo jamás.
Todas estuvieron de acuerdo, y tomando una llave, grabaron las palabras de amor, el juramento de amistad por siempre, inmortalizando sus vidas para siempre.
-Las quiero, mis niñas- dijo una- Nunca estarán solas
-No, nunca estaremos solas, siempre nos acompañaremos.- dijo otra, incorporándose- Démonos un abrazo, por que llega la hora de partir.
Y, con lágrimas en los ojos, y nostalgia en el corazón, se abrazaron por ves ultima, sellando en sus almas la promesa. Sintiendo el calor de sus cuerpos por ultima vez, y sin saberlo, se dijeron adiós.”

-¿Por qué os habéis ido?- murmuró la mujer, mojando la piedra con sus lágrimas. Lagrimas que creía perdidas hacia mas de 70 años. Lagrimas que nunca antes habían sido sinceras. Lagrimas que no derramaba desde que tenía 18 años, en la cima de una colina, desde donde veía el mar, con sus amigas de toda la vida.
-¿Por qué os habéis ido?- preguntó nuevamente, recostándose en la roca.-¿ Por qué os habéis ido, dejándome sola? ¿No habéis pensado que, quizás, os extrañaba?
Lloró amargamente sobre la roca pulida, sobre la inscripción de años y años.
-Las necesito, ¿sabéis?- murmuró, serrando los ojos- Todo en mi vida se ha ido, estoy sola. Y ustedes me han dejado sola, hermanas mías. Las necesito.
Y la mujer lloraba, sacando fuera la pena guardada durante años, la frustración de las cosas que no había cumplido, de las metas fallidas; sacando fuera la soledad que había sentido en la separación de sus trozos de alma.
-¿Por qué os fuisteis?- preguntó a la noche, levantando su vista. Entonces, se percató de que las estrellas habían salido ya.- ¿Por qué me habéis dejado sola?
Contemplo las estrellas, llorando de amargura, hasta que no pudo mas y exclamó.
-¡Las necesito! ¡Siempre las he necesitado!
Y, llorando, se quedo dormida, observando las estrellas.

-Nunca has estado sola- murmuró una voz a sus espaldas, mirando a otras 7 que observaban el cuerpo de la anciana- Nunca te hemos dejado, querida.
Pero la mujer no escuchaba, estaba sumida en el sueño de la soledad, aquel sueño de que nadie quiere salir, pero, sin embargo, nos hace sufrir.
-Hemos esperado años para que dijeras eso- murmuró otra, mirándola con ternura.
-Nunca estuviste, nunca has estado, nunca estarás sola, amor- dijo una, mientras las lagrimas caían por sus mejillas- Siempre estaremos contigo, aunque no lo parezca. Nos fuimos antes, pero no por eso te hemos dejado.
-Te amamos con toda nuestra alma, niña- murmuraron todas, y, acercándose a la piedra, se arrodillaron a su lado, llorando por ella.
Y las estrellas iluminaban la escena, el amor que perdura mas allá de todo obstáculo, la fidelidad de un “te quiero”, la promesa que implica una amistad.

Y la mujer, rodeada de sus hermanas, rodeada de las niñas que habían cautivado su corazón, rodeada de aquellas a quienes amaba más que a la vida misma, continuó dormida, llorando en su mente, sin saber que ellas estaban ahí, acompañándola siempre, cuidándola siempre, amándola siempre.

Antes del Amanecer

Nota: es posible que muchos de ustedes no entiendan a qué se refiere esta historia. Si no lo entienden, no os preocupéis, que es solo un pensamiento más.
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Antes del amanecer

Como cada mañana, desperté. Como cada mañana, deseé morir, escapar, correr… Volar de este mundo, olvidar que estoy viva, olvidar quién soy, olvidarlo todo…
Estuve largo tiempo sobre mi cama, intentando encontrar una respuesta a mi existencia, pero, como cada día, no la encontré.
¿Por qué? Es la pregunta que alimenta mi alma.
¿Qué hice mal? Es el pensamiento que nubla mi vida.
Mi memoria camina lejos de mí, en otro tiempo y lugar, en la felicidad.
Me veo a mi misma con los sueños que teníamos.
Mis pensamientos no tienen orden. Son sólo luces en la oscuridad de mi alma, una esperanza en este terrible lugar…

Me levante de mi cama. Camino en la habitación, observando cada lugar una vez más, recordando tantas cosas que estarán por siempre en mi alma.
Miro en el espejo mi joven rostro, que parece vieja, mi expresión cansada, mis ojos, alguna vez azules, que ahora están blancos, cómo sin vida, sin esperanza, sin amor…
Una lágrima cae por mi mejilla, y, entonces, más de éstas comienzan a caer. No hago nada por detenerlas. Las dejo que caigan, ya no me importa…
Mi cabello, antes castaño y brillante, ahora es sólo una masa opaca.
Regreso a mi cama, y tomo una de las cartas sin leer que he dejado ahí. Cuando siento su textura, mi corazón sangra. Ésta es la última carta que él me escribió, y yo aún no la leo.

Esta carta es algo especial para mí, quizás por esta razón, mis manos temblaron al tomarla. Mis ojos leían las oraciones, y mi corazón comenzó a llorar.

“Ángela:

Mi amor, mi auto está por llegar. Sólo tengo tiempo para escribirte unas palabras, porque tú debes entender el porqué de mi viaje.

Quiero que tú seas feliz, que continúes, sin mí. Quiero que sonrías. ¡Quiero que vivas!

Necesito saber que tu vivirás tu vida. Que tú no te detendrás.

Créeme.

Hay cosas que escapan de nuestras manos, ésta es una de ellas. Te amo más que nada en este mundo, y nunca te dejaría sola, pero, yo debo cumplir, porque sólo así, quizás, podré algún día estar contigo una vez más, y para siempre.

Debes ser fuerte; no puedes caer, por ti, por mí, y por nuestro hijo
El crecerá y será un gran hombre.
Siempre estarás conmigo, nunca me dejarás sólo.
Mi amor, siento que mi auto viene. Ellos han llegado, para llevarme a la tierra de la desolación y la desesperación, para alejarme de mi amor y de mi hijo. Viene mi auto, y, junto a él, ha llegado mi desesperación.
Te amo, nunca lo olvides.

Continúa, amor, no te detengas. Prométemelo.
Estaremos juntos por siempre…

Cuida a mi hijo
Manuel”

Dejo la carta en mi cama, y me siento en ella.
Sólo una lágrima cae por mi mejilla. Pero yo sonrío, sonrío como muchas noches hice. Acaricio mi vientre y susurro:

“Manuel, aquí está tu hijo. El sabrá que su padre fue un hombre grande, que lo amaba, y que nunca quiso dejarlo, sino que lo obligarlo. Se llamará Manuel, como su padre, que partió a la guerra sin quererlo, de improviso, y, aún así, amaba a su joven novia, Ángela”

enero 08, 2008

¿Venganza o Amor?

¿Venganza o amor?

-¿Estás segura?- le preguntó el joven, con voz titubeante, y mirada intranquila.
-Claro que sí.- respondió la muchacha que frente a él estaba. Aunque su voz sonaba nerviosa, sus ojos y su expresión segura no dejaban entrever ni un solo atisbo de indecisión. Luego agregó, sonriendo tímidamente- Sabes que estoy dispuesta a cualquier cosa por ti.
Él le sonrió, pero sus ojos expresaban una inquietud que rayaba en el miedo, el terror, podría decirse.
-Es que…- murmuró dubitativo- No lo se. No creo que sea lo correcto- comenzó a decir, hasta que la voz de la chica lo interrumpió.
-Si es contigo, si es juntos, entonces no dudes nunca que es lo correcto- su gesto era severo, serio. Se diría que ella estaba más convencida que el joven. Y, en cierto modo, así era.
Como el chico abriera la boca para volver a replicar ella le posó un dedo en los labios y le besó suavemente.
-Te quiero, y estoy dispuesta a hacer lo que sea- le susurró al oído, con suavidad.
Él asintió en silencio.Ella le miró a los ojos, y le preguntó.
-¿Estás más tranquilo ahora?- su mano apretó lentamente la mano del chico, y éste sonrió confuso.
-Sí. Claro que sí.- dijo luego, con expresión segura y tranquila.
Pero no, él no estaba tranquilo, el no podía estar tranquilo. Luego de algunos besos, algunos minutos, y unas cuantas sonrisas, la joven rompió el silencio, mientras acariciaba el cabello de su compañero.
-¿A qué hora vendrás?- inquirió.
-A las once en punto.- respondió él, y agregó- Tus padres no estarán, ¿verdad?
-No, ya te lo he dicho- replicó la chica, con voz cansina- Saldrán a una cena y no volverán hasta muy entrada la noche.
-Ah, claro. Se me había olvidado- contestó él, pasando su mano por su cabello.
-Ya. Es hora de que partas- le dijo la chica, poniéndose de pié, y tomándole la mano- Debo arreglar mis cosas, y tu las tuyas. Nos vemos en unas horas.
-Tienes razón- asintió el joven, y, luego de pararse y estirarse, la abrazó, quizás un poco más fuerte de lo común.
Se despidieron con un beso, y él se fue, con la mente atribulada.
Mientras caminaba, se cuestionaba duramente en silencio.
“¿Por qué?”-se preguntaba, sintiendo la brisa golpear su rostro- “¿Por qué? No hay motivo…”¿O si lo había?
Sintió un leve malestar en la cabeza, y quiso, por un momento, dejar de pensar. Pero los pensamientos, astutos como siempre, no desperdiciaban los momentos de soledad del joven, para atacarlo y herirlo en lo más profundo.
“Ella no ha hecho nada”- pensó, acongojado.- “No se lo merece. Es inocente”- al repetir esta palabra en su cabeza sintió una punzada de culpabilidad en su corazón. Sus cavilaciones por la desierta acera lo llevaron a un punto mucho más profundo, algo que había estado evitando y desafiando durante un tiempo, algo que le hacía desesperar aún más que los pensamientos anteriores.“¿Y si ya no quiero hacerlo?”- pensó, con un atisbo de rebeldía- “¿Qué tal si me he arrepentido y no lo hago?”A su alrededor el paisaje se volvía más familiar, con sus casas medianas y calles sucias.“¿Qué tal si no lo hago?”- se preguntó a sí mismo y, como otras veces, una voz áspera, oscura, despiadada, le respondió.“Yo ya te di tu tarea, para sanar tu sed de venganza. Prometiste cumplirla costase lo que costase”El joven ni se inmutó. Estaba acostumbrado a aquella voz que le respondía a veces, desde la profundidad de su mente y su alma.
Abrió la puerta de la casa maquinalmente, y se sentó en el sillón.
-Pero, ¿y si me he arrepentido de hacerlo?- inquirió el joven, murmurando mentalmente- ¿Y qué si ya no deseo hacerlo?
-Lo harás- respondió la voz fría, acentuando su tono de crueldad.- Lo harás, y lo sabes.
-No, no lo haré- el joven respondía tercamente- No deseo hacerlo, ¿si?
-Si lo deseas- la frialdad invadió el cuerpo del joven, con cada palabra pronunciada por esa voz- Sabes que lo deseas profundamente. Son tus deseos más oscuros. Y lo harás. Terminarás cayendo, como antes lo has hecho. Caerás, y no podrás evitarlo, porque soy dueño de tu alma, tus pensamientos y sentimientos. Soy el amo de tus miedos más profundos.
El chico posó la cabeza sobre sus manos, y, sintiendo que su fuerza de voluntad era cada vez menor, volvió a alegar.
-No lo lograrás. Aún puedo controlar mis emociones, y hay un lugar donde no has logrado penetrar.
La voz guardó silencio, y luego replicó, con un susurro silbante y aterrador.
-¿Crees, acaso, que no conozco la profundidad de tu corazón? ¿Has osado pensar que puedes ocultarme algo? ¿Imaginas que hay algo que no conozco?- soltó una risa breve y estridente- Ingenuo. Me entregaste tu corazón, tu mente y tu alma, y ya no podrás esconderme nada.
-Te equivocas- murmuró el joven, casi sin fuerzas- Hay algo que no podrás tocar ni dominar jamás, porque no te dejaré entrar en él.
Hubieron unos instantes de silencio profundo, que el chico utilizó para respirar profundo y recuperar energía. Casi podía sentir los ojos de aquel ser, de aquel espectro maligno, recorriéndolo, descubriendo cada rincón, rompiendo cada defensa impuesta por sus sentimientos. Tras unos cuantos instantes en que le chico se sintió desnudo ante la voz, ésta dijo, irónico.-
¿Con que el pequeño se ha enamorado?- al escuchar esta frase, el joven sintió que sus últimas fuerzas lo habían abandonado, y que ya nada lo podría defender- ¿Con que el niño ha caído en ese juego?
-No- repuso, amargamente, el chico- Yo no me enamoro. Ya te lo dije una vez.
-Silencio- le ordenó la voz- Maldito mentiroso. ¿O acaso no recuerdas tu imagen sufriendo, llorando por una mujer? ¿No te ves pidiendo a gritos venganza? ¿No recuerdas haber jurado vengarte de todas las mujeres, sin importar nada, ni siquiera el amor? Insulso. Has caído en sus redes, y vas a sufrir.
-No, no voy a sufrir- replicó el joven, sin convencimiento- Yo la…
-¿La quieres? ¿La amas?
El chico sintió que le faltaba el aire. ¿La quería realmente? ¿O era sólo otro de sus juegos?
-Yo…- murmuró en voz alta, pero el zumbido en sus oídos y el vacío en su estómago le indicaron que el ser se había ido, en el peor momento, aprovechando la indecisión del muchacho, dejándolo con sus miedos.
Se sintió inmensamente solo, y se pasó una mano por la boca. Tocó un líquido suave y se percató de que estaba sangrando.
-¿Qué diablos?- exclamó, al notar en su boca el inconfundible sabor de la sangre. Se puso de pié con rapidez, pero sus piernas flaquearon y cayó al suelo, incapaz de moverse. Su boca con sangre le impedía gritar, y sus dedos no se movían. Su cuerpo no respondía a las órdenes de su mente. El dolor consumía cada partícula de su ser. Tras unos minutos y, con gran esfuerzo, logró incorporarse nuevamente. Luego de unos segundos, la sangre había desaparecido de su boca, y sus articulaciones recuperaban su habitual movilidad. Al enderesarse completamente, sintió un escalofrío en su espalda, y la garganta seca. Luego sucedió.
Sintió como si miles de cuchillos candentes le perforaran cada milímetro de su cuerpo. Su cara le ardía dolorosamente. Caminó a tropezones hacia el baño y ahí, se observó en el espejo. Pequeños rasguños le abrían la piel por todo el rostro, y le hacían sangrar profusamente. Quiso gritar, pero su voz no salió de su garganta. Sus manos tiritaban violentamente. Su vista se nubló y sus rodillas temblaron. Se afirmó en el lavamanos e intentó respirar.-
¿Lo harás?- resonó la voz en su cabeza, desafiante- ¿Cumplirás tu sentencia?
El joven apretó los ojos y frunció el ceño. Estaba juntando todas sus fuerzas para no dejarse vencer ante la voluntad del ser. Finalmente, balbuceó, mientras un hilillo de sangre corría por la comisura de la boca.
-No. No lo haré- sintió punzadas en su cabeza y espalda- No lo haré. No lo haré.
-Si lo harás- susurró la voz fría- Lo harás, ¿verdad?
El chico intentó respirar, pero el aire no llegaba a sus pulmones. Uniendo sus fuerzas, y evocando la imagen de su compañera en su mente, gritó.
-¡¡No lo haré!! ¡¡La amo!!- y se desplomó en el suelo, exhausto. La voz se había ido.
Notó que ya no tenía sangre en la cara, y que su respiración volvía a su ritmo habitual. Volvió a la sala y miró la hora. Ya era las 10:30. Al parecer, el tiempo había pasado más rápido de lo habitual mientras el discutía con la voz. Fue a la habitación y tomó el bolso. Comenzó a echar en él varias prendas de ropa, junto con música y libros.
-No me vas a vencer- musitó en voz baja- No me ganarás.
Guardaba las cosas con violencia, farfullando maldiciones contra el ser. Cuando, en el salón se aprestaba a ponerse la chaqueta para ir a buscar a su amor, sintió un cosquilleo en la pierna, y, al mirar hacia abajo, se quedó helado. Una serpiente de color negro con manchas amarillas subía por su pierna, enroscándose y apretándolo cada vez más. Su mirada era demoníaca y sus colmillos relucían con malicia. El joven quiso sacarla de ahí, pero la víbora, en un acto rápido, le mordió tres veces en la rodilla. El muchacho gritó y cayó al sillón, retorciéndose de dolor. Sentía la sangre empaparle el pantalón. Se tocó la pierna y notó que la serpiente ya no estaba y, al mirar a su alrededor se percató de que todo estaba oscuro. También sintió un amodorramiento por todo su cuerpo y se dio cuenta que no estaba en casa, que no estaba en ningún lugar. Chirriantes sonidos le rompían los oídos, mientras que un dolor se extendía por cada célula de su cuerpo. Pero no podía gritar, estaba atrapado. Apretó los ojos y vio a su amor, a su joven amiga sentada en una cama, llorando desesperada. Quiso correr, abrazarle, decirle que todo estaba bien. Pero no pudo. Y, mientras sentía que se quemaba por dentro, escuchó la voz cerca de su oído, susurrando, siseando desagradablemente.
-¿Lo harás?- el chico estaba aterrado- Tengo toda la eternidad para hacerte sufrir. Tengo miles de forma para aterrarte y hacerte gritas. Tomate tu tiempo, que tu cuerpo resistira, algo dolorosamente, eso si.- tras dejar una pausa, inquirió- ¿Lo harás?
-No-lo-haré- contestó el muchacho, diciendo cada palabra con gran esfuerzo.-Yo…
-Eres mío- siseó la voz.- Tengo tu ser en mis manos.
-No, no lo tienes- objetó el joven, sintiendo que le faltaba el aire.- Soy dueño de mi ser.
Una risa estridente resonó en su mente y los oídos le dolieron aún con más intensidad que los minutos anteriores, como si fueran a estallar. De pronto, la imagen de la chica volvió a su mente, y el joven sintió que su corazón y su vida entera se volcaban hacia ella.
-Linda, ¿no?- se burló el ser- Es una lástima tener este terrible destino. Además, es una lastima que algo tan bello como ella, pueda ser destruído tna facilmente. Dolor, dolor, y dolor. ¿Qué te parece?
El dolor seguía mortificando al chico, hasta que el ser dijo, cruelmente.
-¡Sufre! Caerás en mis redes, insulso. Caerás. Doblegarás tu voluntas hacia mí. Tengo tu ser.

Y el dolor se fue, junto con la imagen de su amor. Al abrir los ojos, se encontró tirado en el suelo, cubierto en sudor frío. Se puso de pié, tambaleándose. Sin miramientos, salió de la casa, con el bolso en su mano.
“No me vencerás, maldito”- pensó, evocando la imagen de su amada.
Caminaba rápido, pensando en su compañera. No dejaría que nada le sucediera, eso estaba claro. Ni siquiera se percató del momento en que la chica le abrió la puerta y le hizo pasar a la casa.
-¿Te sucede algo?- preguntó la muchacha, luego de abrazarlo.
-No, nada.- respondió el joven, evitando su mirada.- ¿Por qué?
-Te noto algo extraño- musitó la chica.
-Tranquila, amor- le contestó él, tomándole las manos- Son sólo los nervios.
Ella le sonrió, algo más tranquila y lo condujo hacia su cuarto. El joven miraba hacia todos los lados, como si se sintiera perseguido. Recordaba incansablemente las palabras del ser: “Caerás en mis redes”
-Amor- la voz de su compañera le sobresaltó.
-¿Si?- contestó el chico, rápidamente.
-Te he preguntado dos veces si estás listo- le reprochó la muchacha- ¿Qué te sucede?
El joven no respondió y se paró de la cama en que estaban sentados. Se acercó a la ventana y miró hacia la oscuridad de la noche. Sintió los pasos de la chica tras de él, y quiso alejarla, o alejarse, lo más posible.
“Lo harás”- la voz resonó en su cabeza, nuevamente. El ser había vuelto.
-¿Lo harás?- la voz de su amor llegó abruptamente a sus oídos- ¿Te irás conmigo?
-Sí, sí- titubeó el joven.- Claro que sí.
Se dio la vuelta y la vio sonreír.“¿Por qué le estoy haciendo esto?- se preguntó mientras abrazaba a su compañera- “Ella no me ha hecho nada, no me ha dañado”. Vio que la joven tomaba su bolso y abría la puerta decidida, esperándolo.
-¿Vamos?
Y el chico sintió como si un cristal se quebrara dentro de él. Pudo ver cómo sus ilusiones se desmoronaban y cómo todos los sueños que ambos tenían se destruían al recuerdo de aquella frase: “Caerás en mis redes”. Todo comenzó a nublarse a su alrededor, exceptuando la imagen de la chica, que lo miraba, confundida.
-¿Qué sucede?- inquirió la joven, soltando la manilla de la puerta- Vamos.
La muchacha estaba parada ahí, y el joven la contemplaba extasiado.
-Te amo- murmuró él, con los ojos en lágrimas.- Te amo más que a mi vida. Eres todo para mí. Mi vida, mi mente, mi alma y mi corazón.
Ella le sonrió, sin entender.
-Yo también te amo, mi niño- le susurró, dejando el bolso en el suelo y acercándose a él con suavidad. Se paró en frente del joven y le tomó las manos. A este contacto, el chico sintió que su corazón gritaba de dolor, desesperación y, también, de rechazo. Ella acercó su cara a la de él, con intensión de besarlo. Sus labios estaban sólo a unos cuantos centímetros y ambos podían sentir sus respiraciones y, sin embargo, cuando ella le iba a besar, el bajó la miraba y musitó.
-Perdóname- se dio la vuelta y se acercó a la ventana, llorando.
Ella le siguió y, cuando iba a tocarlo, él se volteó y gritó.
-¡No lo entiendes!- sus ojos y sus lágrimas expresaban una dolorosa agonía.- ¡Yo te amo! ¡Te amo!
Al parecer, la joven se asustó, ya que se alejó, preocupada.
-¡TE AMO MÁS QUE A MI VIDA, PERO NO PUEDO ESTAR CONTIGO! ¡NO PUEDO PERMANECER A TU LADO TODA MI VIDA! ¡DEBO DEJARTE!
-¿Qué estás diciendo? ¿De qué hablas?- le preguntó ella, mirándolo con aprensión.
-¡NO ENTIENDES!- gritó el joven- ¡DEBO DEJARTE, DEBO IRME!
-No- susurró la muchacha- No, tú no…
-SI PUEDO- explotó el muchacho, tirándose de los cabellos y llorando desesperado- TE AMO Y POR ESO TE DEJARÉ. ALÉJATE, NO QUIERO DAÑARTE.
Al decir esto se desplomó en el suelo y comenzó a sollozar, murmurando incesantemente: “No quiero dañarte... no quiero dañarte...”.
Al cerrar los ojos, veía a la chica, muerta, muerte en sus brazos. Muerta por su culpa. Muerta por sus manos.
“Lo harás”- resonó la voz en su mente y la voluntad del chico, que hasta entonces se había sostenido en el amor que sentía por la mujer, se rindió, dando paso al deseo oculto de su alma, a sus temores y, por supuesto, a la oscuridad y las tinieblas. Se puso de pié, tambaleante y se acercó al bolso. La chica respiraba agitadamente, ya que había visto un brillo en su amado, algo desconocido para ella hasta entonces. Un destello de maldad y crueldad, pero, a la vez, un destello de dolor y amor. El joven abrió un bolsillo pequeño del interior del bolso y cerró los ojos.
“Hazlo”- susurró la voz del demonio en su cabeza.
“La amo”- replicó su alma, ajada de dolor- “La amo con todo mi ser”
“Hazlo”- repitió la voz.
“No quiero dañarla”- dijo el muchacho, mientras gruesas lágrimas caían por sus mejillas- “La amo”
“Hazlo”- dijo la voz nuevamente, con más frialdad que nunca.- “Has caído en mis manos. Mátala”
El chico gritó y, luego, sin fuerzas para luchar, le murmuró algo a la muchacha, que contemplaba aterrada a su joven amor.
-Nunca he conocido a nadie tan bello como tu- su voz sonaba pastosa, anegada por las lágrimas- Te amo como nunca he amado. Nunca te olvidaré, amor de mi corazón. Ángel de mi pobre alma herida.
Y, dándose la vuelta hacia ella, enarboló el cuchillo que tantas otras veces había utilizado con el mismo fin, mientras un destello rojo relucía en sus ojos, y gruesas lágrimas caían por sus mejillas.

Fin