Fuego Liquido

Fuego Liquido
Muchas veces creemos que el agua es fría y gélida, por lo que es mala. Otras tantas pensamos que el fuego es candente y peligroso, y es malo. Pero, los dos dan vida, entonces, ¿fuego o agua?

++Frase Aleatoria++

No importa lo que haga, cada persona en la Tierra está siempre representando el papel principal de la Historia del mundo. Y normalmente no lo sabe

noviembre 28, 2011

Untitled


Aún antes que aquella noche llegase, ya sabía que sería la noche decisiva, y no porque hubiese algo que decidir, sino porque se llevaría, finalmente, a cabo tu elección. Como la lluvia corroe un edificio antiguo con paciencia de santo y constancia digna de un alfarero, lentamente y en silencio, escondiéndose entre la sombras de la nada y del ‘hoy todo bien’; así se desgastó el amor que nos teníamos. No, no hubo discusiones ni grandes gritos, ni noches en vela llorando; sólo dos corazones apartados el uno del otro, alejándose por caminos distintos casi sin quererlo. Y es que a veces el amor es para siempre, uno para toda la vida; pero otras es un niño caprichoso que, ante la oportunidad de irse a jugar, se escapa por la ventana cuando nadie lo ve y corre rápido para alejarse lo más posible antes que nadie note su ausencia. Al menos me consuela pensar en nuestro fugado amor como la figura de un niño: inocente, inconsciente, tierno. Porque aunque no fuimos muchas cosas (mejores amigos, compañeros de trabajo o estudio, padres), sí fuimos dos niños inocentes, inconscientes y tiernos; que entregamos todo sin reparo, sin preguntas, sin pedir nada a cambio. Pero, como es sabido, mientras más fuerte arda la llama, más rápido consume el combustible, y aunque lucha por seguir encontrando de qué asirse para no morir, termina decayendo y apagándose, dejando como único rastro de su existencia un cúmulo de cenizas humeantes. Y, al punto de aquella noche, yo era un cúmulo de cenizas humeantes y sangrantes, y tú un niño que se había escapado por la ventana, feliz en el sufrimiento de haberse atrevido a faltar a sus votos: “Mamá, te prometo no salir a jugar esta noche.” “Papá, te prometo que hoy me portaré bien” “Amor, te prometo que te amaré y respetaré hasta que la muerte nos separe”. Aunque no consideraba que se hubiese incumplido ninguna promesa, ya que si el amor había muerto para él, la muerte ya nos había separado, y sus votos –por tanto- terminados.

Esa noche, antes de marcharse, me preguntó si le odiaba. Medité un tanto antes de contestarle, a fin de ser sincera. No, la verdad, no te odio.




No fui capaz de terminarlo. El final es aún una incógnita, terrible, pero que deberá llegar en algún momento.

mayo 08, 2011

Mesmerized, Don't like this situation!

And I turn around, you're with him now.
I just CANT Figure it Out!

Tell me why you're so hard to forget
Don't remind me I'm not over it
Tell me why I just cant seem face the truth
I'm just a Little Too Not Over You!!!!!!!!!!!!1

And I really don't know what to do....

mayo 07, 2011

Decisiones, decisiones, decisiones.


Un zumbido proveniente desde fuera de mi ventana me advirtió de su venida. Como cada noche que él se presentaba, mi corazón se volvió un huracán de deseo y terror. Su presencia, siempre tan infinita, lograba llenar por completo el espacio de mi habitación, y sus ojos quitaban el aire de mis pobres y desgastados pulmones. Debía ser sólo otra noche más. Ya no esperaba que nada cambiara.

-¿Cómo has estado?

En apenas un pestañeo, él había aparecido ante mí, terrible, mirándome con una sonrisa en su pálido rostro.

-Aquí, ya me ves. –respondí, tratando de incorporarme en mi cama. Él se acercó solícito y me ayudó. Estoy segura que con un solo dedo podría haberme levantado, sin embargo me abrazo con suavidad y me sentó; luego, me arropó con una manta y encendió la lamparita del velador.

-¿Cómo te has sentido?

Bufé.

-Vuelvo a repetir, ya me ves acá. –suspiré- Cada día es más difícil, tú lo sabes. No sé cómo afrontarlo.

Sonrió.

-Es el costo. –dijo, mirándome a los ojos. Como siempre, el fuego de su mirada me atrapó, sólo para comenzar a quemarme dentro, en el centro de mi pecho. No aguanté más y desvié la mirada, asustada.

Acercándose, levantó mi rostro con su mano –congelada- y me obligó a mirarlo.

-Te he dado suficiente tiempo ya, Roxana. –susurró- Mucho he prorrogado esta situación, y el juego está perdiendo su gracia.

Quise llorar, pero el miedo me tenía paralizada. Sabía que él no aguantaría mucho más, y todo acabaría. Pero me era imposible aceptarlo.

Como si nada hubiese sucedido, soltó mi mentón y se cruzó de piernas.

-Tus hijos, ¿cómo están? ¿Y Armando?

Traté de contener mis lágrimas, pero me fue imposible. La parálisis que me había impedido sollozar mientras él me miraba, se había ido, dejando sólo el terror tras de sí. No pude evitar que las lágrimas rodaran por mis mejillas mientras le respondía; y, como era de esperar, él no se inmutó ante mi llanto.

-Mis niños están bien, hoy les ha ido muy bien en la escuela… -sollocé- Son tan hábiles, son perfectos…

-Ya veo.

-Y Armando está ahí, durmiendo. –Me quedé un momento en silencio, recordando el rostro de mi dulce esposo atribulado por el dolor.- Es tanto lo que sufre, que no sé qué hacer para que sea feliz. No he logrado convencerlo de que rearme su vida, que se vaya con los niños, busque una mujer bella y joven, y disfrute los largos años que le quedan aún.

Mi acompañante soltó una carcajada.

-¿Y tú esperas que él no sufra, Roxana? –volvió a reír- Estás loca, tú eres la culpable de todo su sufrir, así que no pretendas ahora sanarlo. Armando y tus hijos sufrirán mucho, pero todo será tu culpa. Tenlo en cuenta.

Me quedé reflexionando sobre eso, dándome cuenta de que tenía razón. Mientras, sentía cómo mis pertenencias caían al suelo, rompiéndose; mientras veía que mi ropa era echa trisas, y mis más preciados adornos, destrozados. La sombra se movía sigilosa por el lugar, escogiendo cada cosa especial y destruyéndola frente a mis ojos. Ahí iba mi blusa preferida, aquella que usara cada vez que salía con Armando, al menos antes de todo esto; luego, la foto de mi madre difunta; las tarjetas que mis hijos me habían hecho por el Día de la Madre; el cuadro de mi boda con Armando. Con cada nuevo recuerdo que era roto, se rompía también una parte de mi alma, y podía presentir que no aguantaría mucho más todo esto. ¿Qué hacer?

-¿Qué quieres que haga? –sollocé, tratando de pararme a detenerlo.

En seguida volvió junto a mí, y secó mis lágrimas.

-Oh no, no intentes pararte, querida. –me empujó de vuelta a mi cama- Estás demasiado débil, te necesito fuerte y sana.

-¿Qué quieres que haga? –repetí, desesperada.

Se acercó y susurró en mi oído, produciéndome un escalofrío que recorrió cada parte de mi dolorido ser.

-Tú sabes perfectamente qué es lo que deseo de ti, Roxana.

Más lágrimas cayeron por mi mentón.

-Sólo debes acceder, decir que sí y todo esto terminará. –acarició mi cuello- Te prometo que todo terminará.

Negué con la cabeza.

-Serán sólo un par de meses, Roxana.

Volví a negar.

-Vamos, sólo un par de meses.

No respondí, dudando dentro de mi corazón. Él se puso de pie, y volvió a su cometido. Mientras, yo sopesaba mis opciones. Meses llevábamos así, él viniendo cada noche a tratar de convencerme, y yo tratando de negarme. Desde entonces, mi agresivo cáncer de cuello de útero avanzaba más y más, y ya ni la morfina lograba quitarme el dolor. Mis hijos llegaban cada mañana y noche con sus ojitos hinchados tanto llorar, con chocolates y dulces para su mamá, chocolates que me obligaba a comer por amor a ellos, dulces que vomitaba por la noche a causa de las náuseas. Cada noche escuchaba a mi dulce esposo sollozar a mi lado, cuando creía que estaba dormida a causa de la anestesia, rogando a Dios me sanara y le devolviera la felicidad. Y yo mordía la sábana, tratando de que él no me escuchara gemir. ¿Cuánto más podía esperar?

-Tú sabes lo que yo te ofrezco, Roxana. –dijo él, mientras rasguñaba las paredes- Accede a lo que te pido, y yo te devuelvo la vida que has perdido. Yo te infecté, querida; así que yo puedo quitarte ese veneno si así lo deseo.

Titubeé. Quizás si sería lo mejor.

-Vamos, Roxie, tú sabes que sí quieres.

Volvió a acercarse a mí, poniendo su mano en mi pecho.

-Sólo dí que sí, y mañana recuperarás tu vida.

Miré a Armando junto a mí, durmiendo como un niño, cansado de tanto llorar. Pensé en mis hijos, que tendrían que crecer sin una madre, y soportando el dolor de un padre devastado. Tomé una decisión.

“Dios, perdóname”

-Está bien.

Lucifer rió con fuerza, y se abalanzó sobre mí. Me poseyó con fiereza, y sólo logre soportar pensando en Armando y mis hijos. Lloré, lloré y lloré. Rogué a Dios en mi mente que me perdonara, una y otra vez. Y, de alguna manera, sabría que Él lo haría.

Después de esa noche terrible, la mañana me encontró sentada frente al espejo, contemplando mi pálido rostro. Algo en él había cambiado. Con algún temor, puse mi mano sobre el vientre y, de alguna manera, sentí el niño que comenzaba a gestarse. Sentí asco y náuseas, pero logré contenerme.

Cuando Armando despertó y me vio vestida y arreglada, se incorporó con rapidez. Le dije que estaba bien, que quería salir y despejarme. Él, emocionado hasta las lágrimas, despertó a los niños, para llevarme a mí y a ellos al parque.

Seis meses han pasado ya desde aquello, y mi vientre de embarazada es prominente. No tengo rastro alguno del cáncer que me acuciaba, los médicos dijeron que era un milagro, algo inexplicable. Mis hijos han recuperado su alegría habitual, y Armando ha vuelto a ser el hombre tranquilo y positivo que siempre había sido. Suele llegar con flores para mí, para –como él mismo dice- celebrarme por vivir. Por ganarle a la muerte.

Y yo, cada noche, siento el velo de la oscuridad posarse sobre mi cuerpo. El niño se mueve, creciendo con normalidad, y yo me suelo preguntar: ¿qué haré cuando nazca?